20 agosto 2010

ORIGEN: La crítica | Sin spoilers!

Todavía estoy recuperándome de haber ido ayer a ver el estreno de Inception o, como la han titulado en España, Origen. Pocas veces recuerdo haber tenido tantas ganas de ver una película y es que Christopher Nolan nunca decepciona. El director inglés se dio a conocer con Memento (2000), donde nos contaba una historia con una estructura muy peculiar. En Origen, Nolan lo hace todavía más complicado y crea un laberinto narrativo de historias superpuestas que obliga al espectador a estar muy atento.

En Origen se nos cuenta la historia de Cobb (Leonardo Di Caprio), que trabaja como extractor junto a Arthur (Joseph Gordon-Levitt). Su misión es entrar en los sueños de la gente y extraer sus secretos mejor guardados. Al principio de la película Cobb y Arthur intentan extraer los secretos de Saito (Ken Watanabe y su divertido doblaje), un poderoso hombre de negocios que posteriormente les propondrá un trabajo muy complicado: implantar una idea en la mente de un poderoso heredero, Robert Fisher (Cillian Murphy). A cambio, ofrecerá a Cobb la posibilidad de volver a entrar en Estados Unidos, donde es buscado por la justicia, y reunirse con sus hijos.

Para ello, cobb recluta un equipo en el que destaca Ariadne (Ellen Page), una joven estudiante que se ocupará de crear los laberintos en los que se llevará a cabo la misión, y Eames (Tom Hardy), un experto de la falsificación. El plan de Cobb consiste en insertar un sueño dentro de otro para llegar a lo más profundo de la mente de Fisher, pero hay cosas con las que no contaban en la mente de Fisher y el propio Cobb arrastra un pasado traumático relacionado con su mujer, Mal (Marion Cotillard).

Tres cosas llaman poderosamente la atención en Origen. La primera es el reparto, plagado de algunos actores habituales de Nolan, como Michael Caine, Ken Watanabe o Cillian Murphy, a los que se une como protagonista absoluto Leonardo DiCaprio y jóvenes actores en ascenso como Ellen Page, Joseph Gordon Levitt o Tom Hardy.

La segunda, los impresionantes efectos visuales. La mayor parte de la película se desarrolla en el subconsciente de distintos personajes y ese toque onírico se ve en los escenarios y los efectos. Un castillo japonés encima de un acantilado, una ciudad que se pliega sobre sí misma, un hotel en el que las leyes de la gravedad dejan de cumplirse… Todo resulta realmente sublime, aunque recuerde a cosas que ya hemos visto, con Matrix como principal referencia.

Por último, ese laberinto narrativo del que os hablaba, en el que se va insertando un sueño dentro del otro y vamos viendo hasta tres líneas diferentes (cuatro, si contamos los flashbacks de Cobb) que se superponen y se afectan una a otra. Ese sueño encadenado concluye con un final relativamente abierto, magistralmente planteado por Nolan y que permite (hasta cierto punto) dos posibles interpretaciones de la película.

En definitiva, una película estupenda, que representa como ninguna otra el talento y el estilo particular de su director. Una de las películas imprescindibles del año y posiblemente uno de esos clásicos inmediatos. Nadie debería perderse esta maravilla y, sobre todo, nadie debería perdérsela como debe verse, en una sala de cine.

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